Michael
Maloney*
El 4 de marzo de
1933 Franklin D. Roosevelt asumió la presidencia de Estados Unidos, y a los pocos días firmó una
proclama ejecutiva que comunicaba que todos los bancos serían
cerrados para una “fiesta bancaria”, con la que se congeló el
intercambio con el extranjero y se evitó que los bancos pagaran con
oro cuando reabrieran. Un mes después firmó una orden ejecutiva que
solicitaba que los ciudadanos estadounidenses entregaran sus
pertenencias (oro) a la Reserva Federal de Estados Unidos a cambio de
billetes emitidos por esta.
El 20 de abril firmó
otra orden ejecutiva en que se cancelaba el derecho de los ciudadanos
estadounidenses a comprar o intercambiar divisas extranjeras y/o
transferir divisas a cuentas fuera de Estados Unidos. El mismo día se
envió al Congreso la Enmienda Thomas, que permitía al presidente
reducir el contenido del dólar a discreción, hasta un 50% de su peso
anterior. Esta enmienda se aprobó como ley el 12 de mayo y se añadió
para concederle a los billetes de la Reserva Federal el estatus de
“moneda de curso legal”.
Pero todavía quedaba
un obstáculo importante que vencer el que Roosevelt pudiera devaluar
el dólar: la impopular “cláusula oro“.
Durante la Guerra
Civil, el presidente Abraham Lincoln tuvo que ingeniar una manera de
pagar a las tropas, por lo que introdujo el en el país una segunda
divisa por decreto: el dólar greenback. Cuando surgió por primera
vez, el greenback valía lo mismo que los billetes que si estaban
respaldados con oro, pero para finales de la guerra su precio
había caído hasta alcanzar solamente un tercio de su valor. Mucha
gente que había realizado contratos o solicitado prestamos en dólares
respaldados antes de la guerra, tuvo que pagarlos con dólares
greenback depreciados. Por supuesto que con ello se estaba
defraudando a los acreedores, por lo que se levantaron muchas
demandas.
Despues del final de
la Guerra Civil, la mayoría de los contratos incluían una “cláusula
oro” que servía para proteger de la devaluación a los prestamistas
y similares. La clausula oro exigía que, cuando el contrato se
cumpliera, el pago se realizara en oro o en una cantidad de divisa
igual al valor del “peso del oro”. El gran problema de Roosevelt
era que la mayoría de los contratos y obligaciones del gobierno
también incluían esta clausula. Por lo anterior, la devaluación del
dólar también incrementaría el costo de las obligaciones del gobierno
en la misma proporción.
Así que, a instancia
del presidente Roosevelt, el 5 de junio el Congreso aprobó una
resolución conjunta que invalidaba la clausula oro en todos los
contratos públicos y privados pasados, presentes y futuros. En
esencia, el gobierno solo le dijo a los ciudadanos y a las
corporaciones estadounidenses: “No tenemos que pagarte”. Esta
descarada falta de respeto a los derechos de los estadounidenses por
parte del gobierno condujo al senador Carter Glass, presidente del
Comité Financiero del Senado a lamentarse: “Es un deshonor, señor.
Este gran gobierno, fuerte en oro, está rompiendo su promesa de pagar
en oro a las viudas y los huérfanos a quienes les vendió bonos
gubernamentales con la garantía de pagar en moneda oro con el
estándar de valor presente. Es un deshonor, señor”. El
senador Thomas Gore de Oklahoma fue mucho más conciso:
“¡Cómo! Eso es un vil robo, ¿no es así señor Presidente?”.
Todas estas
protestas entraron en oídos sordos. El 29 de agosto de 1933, Roosevelt
firmó la Orden Ejecutiva 6260, en la que se prohibió el derecho que
tenían los ciudadanos estadounidenses de poseer oro. La única manera
en que el sistema bancario podía ocultar el fraude de sus sistema de
reserva fraccional y evitar el inclumplimiento de sus compromisos (es
decir, declararse en bancarrota) era hacer que el gobierno
estableciera que era ilegal que los ciudadanos poseyeran oro (el
dinero legal de la Constitución, un elemento inerte e
inanimado), Roosvelt aceptó con gusto.
Estados Unidos de
Norteamerica ordenó a sus ciudadanos que entregaran su propiedad privada (el
dinero de sus bolsillos) a cualquier banco de la Reserva Federal De
Estados Unidos. Primero lo hizo con la amenaza de publicar en los
periódicos los nombres de los “acaparadores de oro” y después con
la advertencia de aplicar multas y encarcelamiento. Tengo entendido
que nadie sabe con exactitud quién escribió estas promulgaciones y órdenes ejecutivas. Pero algo quedaba claro: el gobierno ya no era de
la gente, por la gente y para la gente. Ahora era un gobierno de
banqueros, por los banqueros y para los banqueros.
Pero todavía faltaba
llevar a cabo otra acción deleznable.
Los cuida Kilos
El 31 de enero de
1934, Roosevelt firmó la promulgación que hacía efectiva la
devaluación del dólar. Antes se necesitaban 20,67 dolares para
comprar una onza troy de oro, pero a partir de esta proclamación el
dólar perdió el 40,09% de su valor adquisitivo y para comprar la
misma cantidad de metal se necesitaron 35 dólares. Estas cifras
indican que el gobierno había robado 40,09% del poder adquisitivo de
todo el suministro de divisas de la gente de Estados Unidos, con
relación al comercio internacional. Y todo con el poder de un
bolígrafo.
Así de fuerte es el
poder de la divisa por decreto. Lo peor de toda esta situación es que
la gente que siguió las reglas y entregó su oro cuando asi se
decretó, resultó ser la mas afectada. Gracias a la presión que las
políticas de Roosevelt ejercieron sobre el dólar, quienes se aferraron
ilegalmente a su oro obtuvieron una ganancia de 69,33%. Por otra
parte, se entregó menos de 22% del oro que estaba en circulación y
al parecer no se arrestó ni se juzgó a nadie por acaparamiento.
Pero a pesar de los
esfuerzos del gobierno de Estados Unidos, al final venció el oro. El
oro y la voluntad del pueblo hicieron ceder al gobierno. Estdos
Unidos prohibió a su población reclamar su propio oro y devaluó lo
dólares; de esa forma pudo evitar el pánico internacional por el
dólar y fue capaz de continuar el comercio internacional bajo el
patrón oro. Anulando los pagarés redimibles en oro que tenían los
ciudadanos estadounidenses y exigiendo mas pagarés de los bancos
centrales extranjeros por cada pieza de este metal, disminuyó
considerablemente la cantidad de los documentos redimibles en oro.
Así el sistema fraccional de reserva volvió a ser manejable.
De nueva cuenta el
oro se había revaluado a sí mismo. No fue con un golpe de knock out y
la muerte de la divisa, como sucedió en capítulos anteriores en la
historia, esta ocasión fue un knock out técnico. Para detener la
implosión del sistema bancario estadounidense y para volver a ganar
la confianza de los socios de comercio internacional, el oro
forzó al gobierno a devaluar la divisa robando a los ciudadanos. El
oro también volvió a respaldar todo el exceso de divisas que el
sistema bancario había producido. El oro continuaba siendo el campeón
invito de los pesos pesados del mundo.
Pero todo ese dolor
y sufrimiento se pudieron haber evitado. El oro y la plata exigen que
los bancos y los gobiernos actúen con disciplina y moderación y por
ello a los bancos y los gobiernos no les agrada este metal. A pesar
de que fueron varios los factores que contribuyeron a la Gran
Depresion, hubo solamente una causa de raíz. Los gobiernos del mundo,
la Reserva Federal de Estados Unidos, los bancos centrales
extranjeros y los bancos comerciales: todos ellos trataron de engañar
al oro.
Invertir en oro e
invertir en plata son una forma de proteger tu dinero de los abusos
del gobierno ante la continua y desmedida impresión de dinero
fiduciario.
Extracto del libro
“Guia
para Invertir en Oro y Plata”