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Benito Morillo, tecnólogo popular |
Uno tiende a suponer o a dar por hecho que el ser humano sumido en la dinámica de la compra-venta ve atrofiarse su inventiva y su creatividad. Que en las épocas y zonas tocadas por la abundancia las capacidades de adaptación e improvisación disminuyen o desaparecen. La estrechez y las condiciones adversas potencian el ser creativo; el hartazgo de recursos y la “buena vida” (eso que mata de obesidad a la burguesía) lo inhiben. En El Callao ocurre una anomalía; tal vez se explique porque los poderes creadores siguen residiendo en los trabajadores, en la gente que a pesar de la abundancia de los alrededores sigue siendo explotada. El músculo que saca el oro de la tierra tiene sobredosis de trabajo físico y aun así tiene tiempo y energía para poner a funcionar el cerebro.
Varios de los artificios mecánicos y tecnológicos que están actualizando la maquinaria en el pueblo emblemático de la bonanza aurífera están siendo fabricados y producidos por obreros, algunos más brillantes que otros a la hora de inventar soluciones que no están en ningún manual.
Varios de los artificios mecánicos y tecnológicos que están actualizando la maquinaria en el pueblo emblemático de la bonanza aurífera están siendo fabricados y producidos por obreros, algunos más brillantes que otros a la hora de inventar soluciones que no están en ningún manual.
Al fondo, a la derecha: la turbina o bomba de empuje |
Benito Morillo es de los que le ponen ingenio y capacidad de deducción antes de emplear la fuerza física. Es apureño, de Guasdualito pero en 2012 se fue a vivir a Guasipati, y es en El Callao donde ha encontrado mejores oportunidades y contratos. Tal vez lo ayude el hecho de que ha sabido honrar el nombre de este pueblo con actitud llanera: el nombre de El Callao tuvo origen en un señor que sacaba oro sin decirle a nadie, y bien callao se ha sabido mantener también Benito para no alardear de su talento, que es mucho y ha producido maquinarias sólidas y duraderas.
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Benito en labores de soldadura |
Superando su vocación silenciosa, informa que ha fabricado más de 200 molinos (artefactos de moler y triturar las piedras contentivas de material aurífero), bombas de empuje o turbinas, ejes de arrastre (poleas), tanques que dentro de poco se emplearán en procesos de cianuración. La creación suya de la que habla con más orgullo es un facsímil o copia de molino H33, poderoso molino de triturar y pulverizar, y que está activo en una planta en el sector El Perú. Esta máquina es copia de una que antes tenía que ser importada: el molino H33 también es conocido como Brasilero.
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El gigantesco H33 |
En voz baja y sin hacer mucho aspaviento se presenta a sí mismo de esta manera: “Yo lo que soy es soy montador y armador. Desde hace 25 años estoy soldando; aprendí viendo a los demás y así fue que me contrataron en mi primer trabajo: vi lo que estaban haciendo unos señores, me preguntaron que si era capaz de hacer una pieza igual a una que tenían de muestra, y yo la hice. Lo que me digan que haga yo lo hago, pero no soy inventor; lo que hago es repetir y mejorar el trabajo que ya han hecho otros”. En ese hacer cosas que ya se hicieron antes ha construido motores de vehículos y tractores, adaptaciones varias. Otro rato más y desentierra otro antecedente importante: en su juventud fue carpintero en Magdaleno, un pueblo de artesanos que es templo de la carpintería en el estado Aragua.
Tanquilla para carbón activado, dentro de un tanque de cianuración |
Aunque no le gusta hablar de su historial formativo, al rato de estarle preguntando aceptó resumir su currículum: es mecánico certificado de maquinaria pesada (motores diesel), hizo un curso en Pdvsa y electricista de construcción. Pero más allá de ese conocimiento adquirido en cursos y estudios formales, lo que destaca de sus destrezas es la capacidad para improvisar soluciones con materiales desechados o desechables. Sus piezas y equipos están hechos totalmente o en buena parte de chatarra reutilizada. Rebasando la frontera de su ocupación, relacionada con la maquinaria y equipo para extraer oro, se enorgullece de otra obra, bastante visible en la población de El Callao: fue él quien fabricó e instaló el gigantesco portón metálico del estadio de fútbol. “Así sin mostrárselo no le puedo explicar por qué era tan difícil resolver ese problema del portón, y por qué nadie había podido hacerlo. Mejor vaya y lo ve usted mismo”.
A sus 50 años está convencido de haber tomado una buena decisión al venirse desde Apure hasta el otro extremo de Venezuela, con su mujer e hijos: “En mi pueblo hay trabajo, pero no hay futuro. Aquí en El Callao sí hay futuro”, sentencia.
A sus 50 años está convencido de haber tomado una buena decisión al venirse desde Apure hasta el otro extremo de Venezuela, con su mujer e hijos: “En mi pueblo hay trabajo, pero no hay futuro. Aquí en El Callao sí hay futuro”, sentencia.
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